martes, 23 de agosto de 2016

Las vacaciones de la gentuza

    Tras las vacaciones todos tenemos alguna anécdota curiosa que contar; curiosa, divertida o asquerosa.
La verdad es que no me pilló tan de sorpresa el hecho que presencié este verano en la piscina de un modesto hotel de una famosa localidad en el levante español. Y no me pilló por sorpresa porque conozco a ese 35% de compatriotas muertos de hambre que se creen el Rey de la carretera porque han llegado a juntar 500€ en todo un año para pasar las vacaciones.

En la entrada de la piscina del hotel figuraba un cartel perfectamente legible en el que entre otras cosas ponía: "No está permitido reservar las tumbonas de la piscina".
Pues bien, a eso de las 10:00 tras desayunar me encontré en la piscina con cuatro tumbonas "reservadas" de la siguiente manera: Cada una tenía encima una toalla o pareo, y encima de cada uno de esos trapos había una silla (también de allí, de la piscina) para que no se volasen los trapos si hacía algo de viento.

A las 10:45 la piscina estaba bastante llena de gente que había respetado hasta el momento la "reserva" de esas tumbonas que algún ente superior había realizado a primera hora de la mañana.
Sigue pasando el tiempo y el socorrista que ha empezado su turno a las 10:30 ya está harto de ver que sigue llegando gente y no tiene sitio gracias a la "reserva" del/los susodicho/s. El socorrista no puede más y desmonta el chiringuito de toallas, pareos y sillas para que la gente decente pueda ubicarse en la piscina. La gente empieza a ubicarse y ponerse cómoda y yo sigo leyendo mi libro (pero alerta y a la espera de acontecimientos).

A las 11:40 aparece un gordo de unos 55 años con un chaval de unos 12 y se van acercando al sitio "reservado" boquiabiertos y con paso titubeante. Observo que hablan vehementemente con la gente que está tumbada en las tumbonas "reservadas" y éstos les despachan rápido y con pocas explicaciones.
El gordo, aparentemente indignado sale raudo hacia la silla elevada del socorrista y le espeta algo levantando el dedo índice. El socorrista también le despacha rápido, supongo que le contó lo del cartel de la piscina.

El niño del gordo se tira a la piscina a nadar, el gordo está esperando a otros dos zurullos, mujer e hija o similar, así que está nerviosísimo porque no tiene donde sentarlas/tumbarlas. Con lo cual empieza a robar sillas y tumbonas a quienes se están bañando y se descuidan. Al poco tiempo aparecen dos "señoras" feas y otro señor más delgado que el protagonista del hecho. El gordo les cuenta que su brillante plan ha salido mal, pero que se vayan sentando en los asientos que va él robando y así lo hacen. El delgado ni pincha ni corta. Quizá ha llegado a la conclusión de que no se puede ir de listo por la vida, se sea un mierda o no se sea.

Yo me quedé con las ganas de haberme acercado y haberle dicho al oído: "¿Da por culo no poder sentarse cuando está todo ocupado, verdad seboso? Pues mientras tú y tus mierdas paseábais por la playa, esta gente no tenía donde sentarse/tumbarse." Pero como soy un hombre que respira profundamente siete veces antes de actuar cuando algo no me atañe directamente...me contuve y disfruté viendo como esa basura de persona robaba a escondidas las tumbonas y sillas que podía.

Cuando veo ese tipo de gentuza y me paro a pensar que son mis compatriotas me pongo malo. Pienso sinceramente que hace falta una buena educación férreamente impuesta. "La letra con sangre entra" ¡Qué gran verdad!

Saludos para la gente decente.